Si bien Dublín no es una ciudad llena de monumentos para visitar, es una ciudad dinámica y entretenida para pasar al menos unos días y desconectar de la rutina. Además si tienes oportunidad de entablar conversación con los irlandeses, te darás cuenta que son gente muy abierta y divertida.
Puedes comenzar tu visita por O´Conell Street, la calle más céntrica en la que te encontrarás el Monumento a La Luz de 120 metros de altitud, el Edificio de Correos construido en 1818 y la Estatua de Daniel O’Connell, una de las figuras políticas y religiosas más importantes, influyentes y transcendentales de la Irlanda del siglo XIX (y quien le da el nombre a la calle).
Visita el Castillo de Dublín, la Catedral y la Iglesia de San Patricio. Pasea junto a personajes como Oscar Wilde o Bram Stoker por el Trinity College, sin dejar de visitar su Antigua Biblioteca que alberga el famoso Libro de Kells.
No te olvides de pasar por la Fábrica de Guiness donde aprenderás a “tirarla” como toca, al más puro estilo irlandés. Y si te quedas con ganas de más, vete rodando a Temple Bar, que aunque la calle es adoquinada, seguro que valdrá la pena el esfuerzo para saborear un auténtico y tradicional plato de Fish and Chips (pescado y patatas) en uno de sus numerosos pubs mientras escuchas buena música en directo.
Para los viajeros con movilidad reducida, Dublín es una ciudad amigable, casi todos los bordes de las aceras tienen rebajes y se puede rodar fácilmente. También los semáforos emiten señales acústicas para mejorar la accesibilidad a personas con discapacidad visual. El transporte público está adaptado y es la mejor manera para moverse por la ciudad.
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